Pero, sin embargo, él no respondió a mi pregunta y dijo:
- Nunca se ve lo que es más importante.
- Sí, es verdad...
- Es lo mismo con la flor. Cuando se ama a una flor y ésta se encuentra en una estrella, es muy agradable contemplar el cielo por la noche. Todas las estrellas han florecido.
- Así es.
- Seguramente todo es como el agua que me has dado a beber, que era como una música, quizá por la polea y por la cuerda. ¿No te acuerdas? Era muy dulce.
- Sí, muy cierto.
- Tú mirarás por la noche las estrellas; pero yo no puedo mostrarte dónde está la mía porque es muy pequeña. Pero es mejor así. Mi estrella será para ti una estrella cualquiera. Por lo tanto, te agradará contemplar todas las estrellas; todas ellas serán tus amigas. Además, te voy a hacer un regalo...
Y volvió a reír.
- ¡Ah!, muchachito, ¡cómo me gusta oír tu risa!
- Justamente mi risa será el regalo...
- Será igual que el agua.
- ¿Qué quieres decir?
Las gentes tienen estrellas diferentes, no son las mismas para todos. Para algunos, los que viajan, las estrellas son sus guías. Para otros, no son otra cosa que pequeñas lucecitas. Para otros, los sabios en astronomía, entrañan problemas. Para mi hombre de negocios, eran oro. Pero ninguna de esas estrellas habla. Tú, sin embargo, tendrás estrellas diferentes, como nadie las ha tenido.